Radiografía del teletrabajo en el Gran Buenos Aires

Más de la mitad son empleados, pero los autónomos vienen en alza. Disparidad por género y grupos etarios. Más libertad, pero menos protección. Estudio de la Universidad de Quilmes.

Aunque hubo una reducción en los últimos años, sobre todo por el regreso al trabajo presencial en las distintas dependencias de gobierno, la actividad laboral a distancia, remota o, como se lo llama «teletrabajo» en las ciudades del conurbano bonaerense y en la ciudad de Buenos Aires, continúan en expansión, según un estudio publicado por la Universidad de Quilmes.

El trabajo del investigador Daniel Fihman titulado «El teletrabajo en el Gran Buenos Aires bajo la lupa», publicado en el número del segundo semestre de 2025 de la revista Transformar, de esa universidad, da cuenta de que el trabajo remoto se da mayormente en actividades relacionadas con informática, ser-
vicios financieros y comercio digital
. Además que quienes teletrabajan tienen un mayor nivel educativo respecto de quienes trabajan presencialmente, y la disparidad salarial entre géneros es significativa.

Con datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, Fihman analiza cómo se practicó el teletrabajo en el Gran Buenos Aires (GBA) durante el primer trimestre de 2024. La investigación busca entender cómo evolucionó el teletrabajo después de la pandemia de COVID-19, etapa en la que esta modalidad creció de forma explosiva.

El trabajo se enmarca en el proyecto de investigación orientado por la práctica profesional que lleva por título “Las nuevas formas de trabajo en la Argentina de la pospandemia. Una exploración sobre el trabajo híbrido desde la perspectiva de los actores de las relaciones laborales”, con sede en el Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes (DEyA-UNQ).

Contexto

Durante la pandemia, el teletrabajo se volvió una necesidad. Millones de personas comenzaron a cumplir tareas desde sus hogares, apoyadas en computadoras y redes digitales. En ese marco, Argentina sancionó la Ley 27.555, que estableció las reglas básicas del teletrabajo: derechos, obligaciones y condiciones mínimas. Pasada la emergencia, el panorama cambió. Muchas organizaciones redujeron la cantidad de empleados remotos, y los nuevos gobiernos revisaron políticas públicas al respecto.

El trabajo de Fihman busca, entonces, medir y describir el estado actual del teletrabajo en el GBA, identificando quiénes lo practican, en qué sectores económicos, con qué nivel educativo y bajo qué condiciones laborales.

El autor usa los microdatos de la EPH-INDEC, que abarcan 31 grandes centros urbanos del país. Aunque la encuesta no pregunta directamente si alguien teletrabaja, Fihman logra identificar a ese grupo combinando varias respuestas: personas ocupadas que declaran trabajar desde su vivienda y que utilizan sistemas informáticos para hacerlo.

El análisis se concentra en la región del Gran Buenos Aires, que incluye la Ciudad Autónoma (CABA) y los 24 partidos del conurbano bonaerense, donde viven casi 14 millones de personas, es decir, un 30 % del total del país.

En el primer trimestre de 2024, el 5,58 % de los trabajadores del GBA hacían teletrabajo, frente al 6,56 % del año anterior. Es una caída del casi 15 % interanual.
El descenso fue especialmente fuerte en el sector público: pasó de 7,36 % a apenas 2,78 %. En el sector privado la baja fue más moderada.

Fihman sugiere que el cambio de gobierno nacional a fines de 2023 y las críticas de las nuevas autoridades hacia el teletrabajo en la administración pública podrían haber influido en esta retracción.

Del total de quienes teletrabajan, un 55 % lo hace en relación de dependencia y un 44 % por cuenta propia. Sin embargo, la diferencia con el trabajo presencial es notable: entre los trabajadores que van a su lugar físico de empleo, sólo el 13 % son autónomos.

Esto indica que el teletrabajo está mucho más extendido entre profesionales y emprendedores independientes, un rasgo que se relaciona con las tareas típicas de esta modalidad: consultorías, programación, diseño, enseñanza, servicios digitales, etc.

Las actividades económicas más vinculadas con el teletrabajo son las informáticas, los servicios financieros y de telecomunicaciones, y el comercio electrónico. Entre los empleados formales, uno de cada cuatro trabaja en el sector tecnológico. En cambio, entre los autónomos, hay una presencia más fuerte de profesionales del derecho, la docencia y el comercio digital.

Esto confirma que el teletrabajo está concentrado en actividades basadas en conocimiento y servicios, más que en la producción industrial o el comercio tradicional.

En la comparación entre la Ciudad de Buenos Aires y los partidos del conurbano, la capital concentra una proporción mucho mayor de teletrabajadores. La razón parece obvia: allí se ubican la mayoría de las empresas tecnológicas, financieras y de servicios profesionales que permiten o favorecen esta modalidad.
En los partidos periféricos, donde predominan sectores industriales o empleos presenciales, el teletrabajo tiene una incidencia menor.

El estudio detecta diferencias importantes en la calidad del empleo entre quienes trabajan desde casa y quienes lo hacen en forma presencial. Los teletrabajadores tienen menos acceso a vacaciones pagas, obra social y aportes jubilatorios, lo que evidencia una mayor precariedad laboral.
Es decir, aunque muchos teletrabajan en actividades bien remuneradas, gran parte lo hace sin los beneficios ni la protección que ofrece un empleo formal.

En cuanto a los ingresos, el promedio salarial de quienes teletrabajan es superior al de los trabajadores presenciales, especialmente porque muchas de estas tareas requieren conocimientos tecnológicos o profesionales específicos. Sin embargo, esta ventaja es desigual: hay una minoría con ingresos muy altos que eleva el promedio, mientras la mayoría percibe sueldos más modestos.

Las diferencias entre hombres y mujeres también se reflejan en el teletrabajo. Los hombres ganan, en promedio, más que las mujeres en todos los grupos de edad, aunque la brecha es menor entre los más jóvenes (de 20 a 30 años). Esto podría indicar que, al menos en los nuevos sectores tecnológicos, hay una leve tendencia hacia una mayor equidad. De todos modos, las desigualdades vuelven a ampliarse en edades intermedias y avanzadas.

El nivel educativo marca una frontera clara. Más de la mitad de los teletrabajadores (55 %) tiene estudios universitarios, frente a sólo el 22,7 % de los trabajadores presenciales.
Además, un 7,7 % posee estudios de posgrado, casi el triple que entre quienes trabajan fuera del hogar.
En el otro extremo, sólo el 18 % de los teletrabajadores tiene la secundaria como máximo nivel, y prácticamente no hay personas con sólo primaria.

Esto demuestra que el teletrabajo se concentra entre las personas con mayor formación académica, algo lógico si se considera que muchas tareas requieren competencias tecnológicas o profesionales específicas.

Puntos principales

El panorama que presenta Fihman puede resumirse en algunos puntos clave:

  1. El teletrabajo sigue presente, pero en retroceso.
    Luego del boom de la pandemia, el porcentaje de personas que trabajan desde casa se redujo levemente, sobre todo en el sector público.
  2. Predominan los trabajadores calificados y autónomos.
    El teletrabajo está más asociado a profesionales con educación universitaria y alta capacitación tecnológica, que muchas veces trabajan por cuenta propia.
  3. Se concentra en servicios privados y en la Ciudad de Buenos Aires.
    La capital, con su perfil más empresarial y tecnológico, lidera la adopción de esta modalidad, mientras que el conurbano tiene menor participación.
  4. Los teletrabajadores ganan más, pero con menos derechos.
    Aunque en promedio perciben mejores ingresos, sufren mayor inestabilidad laboral y menos cobertura social. El teletrabajo combina mejor salario y peor protección.
  5. Persisten brechas de género.
    Los hombres ganan más que las mujeres, aunque las diferencias se achican entre los más jóvenes. La igualdad todavía está lejos de alcanzarse.
  6. La educación sigue siendo un filtro decisivo.
    Cuanto más alto es el nivel educativo, más posibilidades existen de acceder a un empleo remoto.
  7. Falta consolidar el marco regulatorio.
    Aunque la Ley 27.555 estableció una base legal, su implementación en los convenios colectivos aún es limitada. Fihman subraya la necesidad de reforzar la protección de los derechos laborales y de adaptar la normativa a las nuevas realidades del trabajo híbrido.
Conclusiones

El autor concluye que el teletrabajo «como fenómeno pospandémico, ha mostrado una importante ca-
pacidad de adaptación en ciertas actividades económicas y profesionales, aunque también ha evidenciado importantes desafíos en términos de igualdad de oportunidades, condiciones laborales y protección de derechos. Las conclusiones de este análisis invitan a repensar el marco normativo que regula esta modalidad, buscando mayor equidad y garantizando condiciones dignas para todas las personas que desarrollan sus tareas bajo esta modalidad».

El estudio invita a repensar las políticas públicas, promover una mayor equidad de género, y garantizar que esta modalidad no se convierta en un nuevo espacio de precarización.
También destaca la importancia de seguir monitoreando su evolución a través de datos oficiales y de incorporar estudios cualitativos que permitan comprender mejor las experiencias de los trabajadores.

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